viernes, 13 de agosto de 2010

Hoy será mío



Rebeca despertó a las siete, de la misma y monótona forma que todos los días. Se sentó al borde  izquierdo de la cama, y dio una ojeada a sus espaldas. Su esposo aún lanzaba ronquidos estridentes, que más parecían gruñidos.

- Amor, ya es hora.- Dijo, y como respuesta, recibió una interrupción en los ronquidos y una sarta de balbuceos, que era probable que significaran “Ya voy”.

Rebeca era una mujer joven, algo gruesa pero sin duda bonita. Cabello de color claro y tan delgado, fino y sedoso que parecían ser la cabellera de un bebé. Ojillos verdes y brillantes le daban cierto aire de picardía.
Trabajaba como secretaria en el consultorio dental del Dr. Zambrana.  Un hombre delgado y alto, de facciones caballunas en el rostro. Ese día viernes, Rebeca comenzaba sus vacaciones, el doctor se iría de viaje por unas semanas.

Se levanto somnolienta, caminó con pesadez a la cocina y cargó la cafetera eléctrica como un zombi. Y entonces, una sonrisa nació en su rostro semicircular. “Hoy será mío”, pensó.

Y tras tomar el desayuno con su esposo y un duchaso,  se preparó para el trabajo con prisa. Y mientras lo hacía, su mente trazaba minuciosamente un plan. Se despidió del esposo en la puerta del departamento, y como cada día de semana, corrió al metro para llegar a la oficina.

La mañana transcurrió, entre llamadas de teléfono y reservas canceladas por el viaje del doctor. La hora de almuerzo se comió una sopita instantánea. De aquellas que tienen más sabor a plástico que a nada y no llenan la panza ni aunque uno se comiera diez. Pero ella se relamía con cada probada, su mente estaba en otro lugar.

Llegó la hora, no era la hora de salida habitual. El doctor viajaba antes, ella lo sabía hace días, pero su marido no. Corrió a casa presurosa. Se dio una ducha canturreando su canción favorita. Y cuando quedó toda perfumada, se dirigió a la sala, y se quedó observando el sofá.

“Serás mío”, volvió a pensar. “¿Y si mi marido llega?, no, imposible hoy trabaja hasta las siete. El sillón nuevo es perfecto, pero debería de preparar algo de comer. Nada complicado, algo simple alguna tapa o una botanita, y listo”, y se fue a la cocina.

Estaba tan hundida en sus pensamientos, sonriente, dibujando en su mente el momento perfecto, que solo regresó a la tierra con el sonido de televisor encendido. El característico y acelerado relato del futbol retumbaba en las paredes.

Se acercó sigilosa y “maldita sea me arruinaste todo”, era el marido cómodamente sentado en el sillón.

- Vidita, tu también regresaste antes- Exclamó la decepcionada mujer, tratando de fingir una sonrisa. Y en su mente un pensamiento de frustración se repetía. “Nos arruinaron. Ya serás mío otro día, querido televisor”.

No hay comentarios:

Todos mis trabajos se encuentran registrados en SafeCreative